Historia, cultura, naturaleza, geografía y vino, no son en este caso meras características independientes que podamos apreciar, ya que unas y otras están enlazadas de tal manera que componen un verdadero territorio, en el que un elemento natural y el hombre decidieron discurrir juntos. Llanuras y lomas onduladas dibujan el paisaje surcado por el río Duero que fecunda la vega y vertebra claramente este extenso lugar.
Fue frontera natural entre los reinos cristianos del norte y los musulmanes del sur en el periodo de la reconquista. Sus tierras atesoran una rica historia y un rico patrimonio artístico, con castillos, iglesias y monasterios, acompañado por la gran cultura del vino que desde hace siglos siempre ha tenido este lugar.
Si iniciamos nuestro camino desde la ciudad de Valladolid, carretera Soria, pronto nos encontraremos con esa geografía modelada por el hombre, en el que el paisaje hermoso de los viñedos nos acompañará todo el viaje, salpicado tanto por la gran cantidad de pequeñas bodegas subterráneas antiguas en pleno campo, a modo de pequeñas cuevas escavadas por el hombre y sus curiosas chimeneas de ventilación asomando, como por las más modernas bodegas en las que podremos probar sus excelentes vinos.
Siguiendo la N-122 siempre dirección Soria, con el río Duero presente, nos vamos encontrando, aparte de pequeños pueblos distinguidos siempre por ese carácter vinícola de la zona, joyas como el Monasterio de Valbuena de Duero o el de Abadía Retuerta, hoy en día restaurados y convertidos en preciosos hoteles.
Muy destacable, Peñafiel, su estampa con el majestuoso castillo en lo alto del cerro es extraordinaria. Su plaza antigua de arquitectura tradicional como coso taurino no hay que perdérsela.
En Aranda de Duero, capital de la comarca y de gran actividad económica, especialmente es interesante visitar alguna de las antiguas bodegas subterráneas que están debajo de su casco antiguo, lo que nos vuelve a recordar la presencia constante de la cultura pasada y presente del vino. Entorno a Aranda nos vamos a encontrar una concentración de lugares y pequeños pueblos muy sorprendentes que harán fijar la mirada del viajero:
Caleruega, cuna de Santo Domingo, fundador de la orden de los Dominicos, cuyo monasterio hay que visitar. Peñaranda de Duero, de los pueblos más bonitos de la zona, de gran sabor castellano que no hay que perderse, con el extraordinario palacio plateresco de los Avellaneda, su plaza y castillo. Clunia, antigua ciudad romana, importante en su tiempo y cuyos restos es muy recomendable ver.
San Esteban de Gormaz, precioso pueblo por su enclave y sus bodegas en la ladera del castillo y por sus importantes iglesias románicas con influencias moriscas. Y el gran Monasterio de la Vid, situado junto al mismo rio Duero, hoy regentado por monjes agustinos y lugar muy apacible para incluso pasar unos días tranquilos alojados en su hospedería y poder apreciar este territorio mágico de la Ribera del Duero.
Roberto Bernal